la última revelación europea: Irene Némirovsky

nemirovsky01El que, por obligación crítica o devoción literaria, siga la narrativa que se publica en España  tendrá que leer bastantes best-sellers, obras  de género, lanzamientos basados en la notoriedad de un autor… De vez en cuando, una perla, que compensa de todo lo anterior.

Eso me ha sucedido a mí con Irene Némirovsky: desde que “descubrí” Cien años de soledad  no me había impresionado tanto una novela de autor para mí desconocido como su Suite francesa. Claro que, como en el caso de la obra de  García Márquez, este “descubrimiento” lo comparto con la crítica más exigente de todo el mundo.
En este caso, además, la biografía de la autora añade un valor insólito. Pero lo esencial, por supuesto, no es la anécdota sino la calidad literaria, verdaderamente extraordinaria.

Como decía un famoso descuartizador inglés, vayamos por partes. Irene Némirovsky nació en Kiev en 1903. Era hija de un banquero judío ucraniano. Su familia huyó de la Revolución rusa y llegó a Francia en 1919. La joven estudió Letras en la Sorbona y muy pronto empezó a escribir, además de llevar una vida mundana. Hablaba ruso, francés, polaco, inglés, finés, yiddish y hasta vasco.
En 1926 se casó con Michel Epstein, otro banquero judío y tuvo dos hijas. Poco después alcanzó cierta fama literaria con sus novelas David Golder y El baile, alabadas por el judío Joseph Kessel y el antisemita Brassillach. En España, sin embargo, no tuvo ningún eco, que yo sepa.

La invasión alemana afecta al matrimonio: ella no puede publicar ni él, trabajar en la Banca. Se refugian, con sus hijas, en un pueblecito del interior, Issy-l’Evêque: allí, escribe incansablemente.
En 1942, Irene es detenida y llevada al campo de Auschwitz, donde muere de tifus. Poco después le sigue su marido, asesinado en la cámara de gas en el mismo campo.
En el año 2004, sus dos hijas publican una novela que había quedado inacabada, Suite francesa. La había escrito en letra minúscula, para economizar tinta, y papel de muy mala calidad. Sesenta años después de haberla escrito, recibe el Premio Renaudot. Un par de años más tarde, se publica en España y los libreros españoles lo consideran el libro del año.
Es una historia tan conmovedora como la de Ana Frank, quizá, pero con una obra de mucha mayor calidad literaria.

La crítica del mundo entero se rinde a su talento, visible en todas las obras que se siguen publicando: la última, el año pasado, El ardor de la sangre (eds. Salamandra).
La Suite francesa pretendía ser una gran sinfonía de la guerra mundial, con una estructura musical  – que hoy la crítica compara a la Quinta sinfonía – y muchos personajes . De las cinco partes previstas, sólo llegó a escribir dos.

La primera presenta los horrores de la guerra, la ocupación alemana de París y la huída de la gran ciudad de personajes de todas las clases sociales. Es un fresco histórico comparable a  Guerra y paz, de Tolstoi. La segunda nos sitúa en un pueblo francés ocupado y puede recordar a Madame Bovary, de Flaubert o algunos relatos de Maupassant: estas referencias suponen ya un máximo elogio.

nemirovsky03Denuncia la autora el nazismo pero no es maniquea. Son malos tanto muchos personajes alemanes como los franceses
y también los judíos: la guerra, con sus condiciones extremas, hace aflorar los defectos que hay en el fondo de cada ser humano…
Caracteriza a la Némirovsky la ausencia de sentimentalismo, el tono implacable: “quiero contar lo que le pasa a la gente y nada más”. Muestra, como Conrad, la “línea de sombra” que a veces traspasamos, pero también el nacimiento del amor. Para ella, la causa de todos los males, además de la condición humana, es creer que se debe sacrificar el individuo a la sociedad, al “espíritu de la colmena”, sea el que sea.

Se ha dicho que su obra es una comedia: como la Comedia humana de Balzac o la Divina Comedia del Dante. Como Shakespeare, ve lo grande a través de lo pequeño: una hoja, un gato, un juguete abandonado…
Su propósito literario, en la Suite francesa, era hacer algo verdaderamente trascendental; llevarnos, como Beethoven y Goethe, “por el dolor a la alegría”.
Ese es el poder de la gran literatura. Y la tragedia de una gran escritora, reconocida ahora, en el mundo entero, mucho después de haber desaparecido.

Texto:
Andrés Amorós Guardiola.
Ensayista, crítico literario, historiador de la literatura española.
Doctor en Filología Románica, Catedrático de Literatura Española en la Facultad de Filología de la Universidad Complutense de Madrid.