Entrevista a Óscar Distéfano

Oscar

Autora: Hallie Hernández Alfaro.

Poeta, estudioso de la métrica, erudito en los vuelcos del lenguaje. Interesado en la utopía del verso, en su sino de perfección. Compañero infatigable en los proyectos de Alaire.

¿Cómo descubres el poeta que vino contigo al mundo?

No recuerdo cómo lo descubrí. Como bien lo ha dicho Octavio Paz: “el misterio de la vocación (porque es un misterio) tiene que ver con la infancia”. Sólo recuerdo que siempre me han seducido las canciones infantiles, desde muy niño, y siempre he captado inconscientemente la musicalidad de las rimas de las letras, de los poemas infantiles. La armonía musical que se producía me causaba asombro y me dejaba absorto. Mi madre también contribuyó mucho en esta inclinación. Ella era modista familiar: cosía sólo a los familiares, principalemnte a los hijos. Y recuerdo sus tarareadas al ritmo de la máquina a pedal. Más tarde, cuando ya más grande, me percaté que algunas melodías ella las inventaba, así como las letras de algunas canciones cuyas letras había olvidado. En la niñez todavía, aprendí un poema jocoso, satírico, un epigrama que nunca pude olvidar, y que me ha adentrado en el mundo de la poesía clásica. Dice así:
Ayer convidé a Torcuato,
comió sopas y puchero,
media pierna de carnero,
dos gazapillos y un pato.
Dóile vino, y respondió:
-Tomadlo por vuestra vida,
que hasta mitad de comida,
no acostumbro a beber yo.
N. Moratín.

Luego, la implosión se produjo en la adolescencia, a los 13 años, después de leer “Veinte poemas de amor y una canción desesperada” de Pablo Neruda. Esta anécdota la detallo más abajo.
¿Qué autores han influenciado tu yo poético?

Muchos. Citaré los que recuerdo:
Pablo Neruda. Su estatura poética se ha ido empalideciendo un poco en el altar que lo tenía, a causa de algunos libros líricamente muy flojos y también por sus poemas políticos.
Jorge Luís Borges. Quizás el poeta que más respeto. El que me ha enseñado a amar los sonetos. Es un poeta que me ha impactado siempre, y cuya influencia en varios poemas míos no puedo negar. Esa forma reflexiva de mirar el mundo, los detalles de la existencia, se ha hecho parte de mi visión poética.
Federico García Lorca. Lastimosamente, la fatalidad de su destino se apodera de su obra; pero yo lo admiro. Muy a pesar de la defenestración que hizo Dalí de su poema “La casada infiel!, es este poema uno de los que han impregnado mi memoria. Este poema me enseñó la riqueza del octosílabo, su naturaleza castellana.
Gustavo Adolfo Bécquer: maestro de maestros, precursor del modernismo. Uno de los poetas más líricos de la poesía. He leído toda su obra con gran interés.
Luís Cernuda: un poeta de honda intelectualidad, me enseñó a llevar el verso hasta la línea roja de la prosa. Un poeta conceptual de enorme mensaje humano. Un poeta vidente que ve más allá de la realidad. Sus obras son imprescindibles.
Charles Baudelaire: un poeta sublime que nos muestra el lado oscuro de la vida. Su poesía ha alcanzado cotas insuperables en cuanto a temas y en cuanto a forma. Creo que es uno de los poetas más completos, que ha logrado el equilibrio entre la razón y la intuición.
William Blaque. Es el prototipo del poeta que muere oscuro para luego de dos siglos resucitar con toda la grandeza de su obra. Más allá de su misticismo y de su valiosa obra pictórica, se encuentra el poeta de las revelaciones deslumbrantes. Tengo conmigo sus obras completas.
Rubén Darío. Su obsesión por la forma y por la iluminación lingüística son, hoy día, un tanto despreciadas; pero hay que tener en cuenta que su enfoque fue revolucionario e influenció a toda una élite de grandes poetas. Es un gran maestro si uno se detiene a estudiarlo.
César Vallejo. Lo leí muy jóven. En ese tiempo lo consideraba un poeta rústico, áspero, como si poetizara sobre situaciones muy domésticas; pero, luego, más tarde, comprendí el alcance intemporal de su mensaje, su hondo dolor sincero y su gran formación poética. Es un señor poeta, uno de los imprescibles.
Paul Éluard: uno de los pocos surrealistas que me han conmovido. Su poesía utiliza el surrealismo como herramienta y no como fin. Creo que hoy día tiene un ejército de imitadores, de poetas que escriben introduciendo chispazos surrealistas en sus poemas, sin dejar de lado el mensaje, el hilo argumental.
Fernando Pessoa. Todo lo que se pueda decir de este gran poeta es poco. Invito a los compañeros jóvenes a que conozcan a este gran escritor con sus heterónimos. Yo lo sigo leyendo hasta hoy. Es un poeta de admirable visión humanista y es un amante incondicional de la vida.
Para no excederme demasiado, sólo citaré algunos nombres más, a modo de aproximarme a los requerimientos de la pregunta:
Juan Ramón Jiménez.
Charles Bukowski
Francisco de Quevedo
Luís de Góngora
Jaime Sabines
Walt Witman (merece una referencia especial)
José Emilio Pacheco
Alejandra Pizarnik
T. S. Eliot
Arthur Rimbaud (merece una referencia especial)
Stéphane Mallarmé
Guido Cavalcanti (un exquisito poeta que vivió hace 700 años)
Y aquí paro, sabiendo que no están todos.

¿Cómo has sentido la experiencia de publicar tu obra?

Bueno, publicar no me ha cambiado en nada. Sigo siendo el mismo ser humano hundido en sus problemas existenciales. Publicar no alivia. Publicar no estimula. Es mucho más importante la comunicación. Si un poema tuyo se lee, se reconoce, el libro no cuenta. El libro es sólo la manifestación de una vanidad, del sueño de escribir con letras doradas nuestros nimbres para la posteridad. Es cierto que todos queremos trascender, dejar huellas, no desaparecer en el maldito olvido; pero, es también cierto que hacerlo a costa de un falso mausoleo no logrará hacernos morir con la conciencia en paz. Publicar una obra es circunstancial. Ser reconocido es fundamental.

¿Cómo se produce dentro de tu interior poético la bien llamada aventura de la creación?

En poesía la meta es la perfección. Una utopía, por cierto. Una utopía que se recarga de emoción y deseo, y que sirve para la comunicación surreal con nuestros semejantes. La poesía no sirve para parar las guerras; ella se encuentra más allá de las rencillas sociológicas absurdas. Ella está para descubrir los misterios, para abrir el camino del hombre hacia la luz.
Y es con esta conciencia que yo me sumerjo en la “aventura”. Y la forma y los métodos son incontables. Puede nacer de una idea preconcebida, como también de una intuición o una alucinación. Hay veces que un poema nace de un tirón y, otras, en semanas, en meses, en años. Pero sobre todo, lo que siempre conviene es la gimnasia, la práctica, el dedicarse a bosquejar, a practicar la versificación, a tener “los dedos blandos”. Antes yo escribía de trasnoche, ahora lo hago de madrugada; son situaciones muy distintas, muy antagónicas. Me he percatado que las obras, los poemas, dependen del cuerpo, del estado anímico; así, pues, existe una íntima relación entre la cosa escrita y el estado del físico, del cuerpo, de la sangre. Nuestro cuerpo viene a ser parte de la forma poética, pues incide y determina en el proceso de la creación.

¿Qué escritores sureños contemporáneos recomendarías a los lectores de nuestra revista Alaire?

Para ser sincero, no estoy al tanto de los poetas contemporáneos que van surgiendo. Es más, creo que los promocionados, en su mayoría, son ídolos con pies de barro. He leído a poetas buenísimos que siguen en la sombra. No obstante, es de gente reconocer que hay poetas que se salen de las malas normas. Y también debo acotar que mi método de lectura no es por autores sino por poemas. Todo poeta tiene obras buenas y regulares. Yo leo poemas, voy buscando poemas, poeta tras poeta, y cuando encuentro uno que despierta mi emoción, lo llevo conmigo, lo disecciono, lo estrujo, lo mastico y luego lo borro de mi archivo, trato de olvidarme de él. Como podrás apreciar, no participo del mundillo poético, no busco conocer poetas, ni blogs de poetas, conocer amigos poetas; me basta con los pocos y queridos que tengo.
A los lectores de la revista Alaire recomendaría, pues, que busquen y rebusquen su propio material de lectura. Hoy día, con la tecnología, es muy fácil hacer una “barrida” de los materiales que se publican.

Si de pronto te fuera concedido el poder de editar, ¿qué poetas o novelistas te gustaría publicar?

Bueno, me gustaría en este caso trabajar con poetas que tengan una cierta afinidad con mis convicciones poéticas; una cierta empatía emocional y sentimental, amén de una buena formación académica y ser un constante aprendiz de las letras. Me gustaría editar libros donde pueda yo colaborar con la búsqueda del mayor aliño posible.

¿Hay algún libro leído en tu juventud que recuerdas como vital en tu formación literaria?

Sí. En cuanto a novelas puedo citar dos: Los hermanos Karamázov de Fiódor Dostoyevski, y Demian de Hermann Hesse. En cuanto a poesía, Veinte poemas de amor y una canción desesperada de Pablo Neruda. Este libro fue determinante para mí decisión de ser poeta. Hay un verso del Poema 20: “ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero” que ha hecho en mí interior un terremoto que ha removido mi aparente segura formación cartesiana. Esa paradoja la llevé varias semanas en mi memoria, en mis cavileos diarios, hasta que se me hizo la revelación: pude avizorar la trasmisión de un tercer estado a partir de la unión de ambas afirmaciones contradictorias. Entendí que más allá del querer o no querer se encontraba la tajante convicción de no desear vivir sin ella. Entendí que se puede decir cosas diferentes de las que se dice; y este hecho me hizo avizorar que sería poeta.

¿Cómo sientes la educación primaria y de bachillerato con respecto a la enseñanza del castellano y la literatura? ¿Hay alguna propuesta que te gustaría hacer llegar al ministerio de educación?

En mi país natal la educación del castellano es pésima. Al ser un país bilingüe, y al aprender la mayoría de los niños el idioma nativo, se crea una mescolanza peor que la de Babel. Debido a que se manejan giros sintácticos muy diferentes, amén de vocabularios y distinción de géneros, el paraguayo habla y escribe muy mal en castellano. Y en cuanto a la literatura, sólo se da en los colegios de élite, y en muy contadas instituciones del estado. Al ministerio de educación le diría que trabaje mucho más por la educación y mucho menos por la política.

¿Qué consejo darías a los jóvenes que desean llegar a ser escritores de oficio?

Antes que nada, yo quisiera referirme sólo a los poetas. He probado la prosa y ha resultado para mí una labor casi tediosa, como la mecánica construcción de una máquina o de una casa. Aunque debo confesar que el cuento corto es más atrayente para mi temperamento.
Quizás los consejos deban ser comentarios de la propia experiencia, anécdotas que se trasmitirían a la manera de pequeños ejemplos. Yo diría que lo más importante es luchar contra la afectación, contra lo amanerado; es decir: escribir con sinceridad, evitando el autoengaño, no haciendo cómplice a la conciencia del rebuscamiento. Cuando llega la inspiración, uno debe mantenerse fiel a su intuición, tomar la brida del corcel con decisión, buscando vencer el miedo al verso no nacido. Si un joven decide escribir poesía, debe prepararse para una larga travesía del espíritu y del desarrollo de su intelectualidad. Debe aprender penosamente a cultivar su imaginación y a estudiar todo lo que se encuentra a su alcance. El camino del poeta es sacrificado; aunque, hay que decir también que los estados de euforia son muchos y de enorme satisfacción. Insistir en la búsqueda del ser uno mismo, de encontrar esa voz donde nos reconocemos como individuos de un entorno social. Esto es lo que yo les diría.

Ha sido un placer enorme dialogar contigo, querido poeta.
Mil gracias por tu atención.

Caín

¿Qué culpa guardo yo si mis mayores
en la maligna tentación cayeron?
¿Heredaré fatídicos rigores
del mísero existir que recibieron?

¿Y acaso no resulta indecoroso
el Poder de abusiva omnipotencia:
perjuro, vengativo, receloso,
hollando nuestras vidas sin decencia?

Si en el destino soy para la muerte,
penuria extrema en el trabajo duro;
si nunca más aspiraré en la suerte
del divino jardín el aire puro,

no seré yo el que ofrende sacrificios
para saciar sus celestiales vicios.

Lacrimae rerum

Sunt lacrimae rerum et mentem mortalia tangunt

(Virgilio).
En tiesa despedida, di-
me tu adiós, hermano ni-
ño, dispersos y fatales tus si-
lenciosos brazos.

Viajero sin retorno, sin
lágrimas, sin
tiempo, con tus
manos vacías en la suer-
te, así como los pétalos que mu-
dos se abandonan al
insensible viento.

Tu cuerpo que penetra ya en la no-
che con tus ojos cerrándose al cami-
no, con tus manos inmóviles, cruza-
das, marmóreo y ausente, pri-
vado ya de lunas y crisá-
lidas que fluyen de la vida, pri-
vado de la risa a carcajadas, pri-
vado ya del tacto y del contac-
to, y con la lluvia dán-
dote la espal-
da.

Dime el adiós, compin-
che, y déjame el vacío de
tus zapatos, tu ausencia sin refu-
gio, el rostro que me mi-
ra en el desti-
no.

Déjame re-
cubrir tus ojos quie-
tos y lamentar tu vida con mi vi-
da, y déjame mirarte en el espe-
jo de nuestra compañía, y
déjame esperar que la espe-
ranza me pueble de celes-
tes avenidas que lleguen hasta el
parque donde jue-
ga tu alma peregri-
na.

Dime el adiós y vete, ni-
ño dormido, antes que la concien-
cia —su mágica elocuencia—,
decida por las noches pre-
sentarse, mucho antes que la tie-
rra adormecida ele-
ve dolorida su fragan-
cia.

Di-
me pronto el
adiós,
herma-
no mío
—que
las
cosas
empiezan
a
llorar—,

¡y vete!

Primer vuelo

Eres libre en espíritu, tu mano
consigue desatarte la atadura
para saltar desde imponente altura
como un pichón robustecido y sano.

Y caes con las alas desplegadas
a la duda y al miedo del abismo,
y pesaroso ves que el atavismo
te exige discernir las coordenadas.

Mientras desciendes de la fría cumbre,
tu instinto, que es timón e incertidumbre,
la infalibilidad del vuelo invoca.

Pues cuánto teme tu razón perderte
al percibir la cara de la muerte
en la visión de la punzante roca.