Selección de poemas del foro Alaire

Selección de Hallie Hernández Alfaro

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MISERIA

por Jerónimo Muñoz

Antes una mirada que una risa sin polen.

Antes una palabra comprensible que una traición de caimanes.

Antes una muerte súbitamente imbécil que una cosecha de uvas vacías de minutos.

¡Un minuto! Solo un minuto de amor, aunque luego me ingiera el estropajo que frota todas estas máquinas para que parezcan pieles de sirenas.

Un minuto es una vida justificada.

Pero no, ¡ah de las éticas podridas! ¡Ah de los proyectos de futuro! ¡Ah de los hambrientos que ven sus cosechas de miel devoradas por una plaga de osos torpes!

Veinticuatro horas.

Y otras veinticuatro, y otras veinticuatro… Sin una sola mirada, sin palabras íntimas, sin que la muerte ayude aunque sea imbécil.

¿Qué me impele a seguir? ¿Por qué te amo?

 

No todo lo que escribo es teoría

por Cecilia Martos

No todo lo que escribo es teoría,
la rima consonante de un soneto,
presentir, desnudar la poesía
es emoción suprema del sujeto.

No todo lo que surge es fantasía,
a veces pienso cuál es el objeto
de engendrar en la noche un nuevo día,
si la luna es la luz de ese boceto.

No todo lo que siento es la medida
que acapare en un verso tanta vida.
Falta tan sólo un verbo, su osadía,

para engendrar la suma de mis sueños,
el ritmo exacto, fiel, de mis empeños
que asuma esta inquietud en armonía.

 

Espora II

por Àlex Gállego

Vuelvo a tientas al soneto, de nuevo me mojo y corro,
tanteo tu piel y lato.Y choco contra la manta,
me destruyo, desaprendo, mas no parto de cachorro:
Tengo callos de ventaja, tu saliva en la garganta.

Te persigo en cada verso y estás al final del porro,
pierdo el aliento buscándote y el humo se me atraganta.
Cargo la rima, disparo y en cualquier alma me meto.
No obstante, cada palabra tiene una dueña, mi santa

Entre las plegarias de mis voces brotan las esporas,
hurgo rabioso en mi espíritu; y las lanzo con la saña
de quien se manosea la faringe hasta que vomita.

Me exprimo, extraigo lunas del reflejo de tus horas:
En paz te entrego mis luces y entonces nada me daña:
Y me tanteo y persigo; devuelvo y todo me agita.[

 

Utopía-Lumbre

por Antonio Justel

.. un signo, un golpe insólito,
un estallido sideral y enorme, extraordinario,
un consciente y magnífico relámpago con un álgido esplendor, afín e inteligente,
y los electrones y núcleos de la energía del mundo acercándose,
viéndose y mirándose por primera vez, reconociéndose, intuyéndose y abrazándose;
ah la utopía-lumbre de tal invicto instante,
[un pálpito divino enunciándose, llorando, y, cósmicamente, emocionándose] porque ah, ah cuando el amor se expresa sin cofres, sin muros ni candados y esplende y fulge,
dado que tanta y tanta es la alegría, tanto y tanto el júbilo, digo, tanto y tanto, y, aún, desconocido…
… en el fragor de la matrix – aquí dentro y aquí abajo – entre esta densa y mineral frecuencia,
por hogares y deshogares se hacina el aire entre cuerpos, muertes y almas,
exigiendo leyes o furias para maldecir o reír, o sólo y sólo para toser o llorar,
pues que así nos tunde aún la oscuridad con sus profundos trances de inconsciencia,
– así nos doblega y ata, y así, así nos atrae y ciñe a ella –
cual polvo de ira y saña en tosca sombra, tan en cruda y densa suspensión;
… y, sin embargo, y a pesar de todo, contra el ímpetu y yugo de esta escuela de estrépito y agraz,
entre el agua que fluye serena, entre el tenue silbo del viento y el canto ingente del mar,
por entre tú y yo – cual utopía/lumbre de ínsita deidad, purísima y viva, digo y digo –
está la luz;
… una señal o signo,
un golpe o tañido sideral,
un relámpago consciente con nueva ley y su esplendor,
un algoritmo civil, un gesto, una voz, un cuántico grito prístino en rebato,
un enigma esclarecido al fin – al fin y aquí – bajo un universal y embriagador estruendo,
una voz con prez de compasión o amor, un sonido nostálgico y sublime, un timbre, su don,
un retumbe o ser veraz e inteligente.
 

Estríper

por Ignacio Mincholed

Qué ingrato enfrentarse a esas porciones huecas
de la realidad que no percibes, imágenes
que imagino balbuceando peces, pájaros
en el gris narcótico de mi televisor, vacío,
sin sonido, a las cinco de la mañana todo ausente
salvo la determinación de la máquina desajustada.
Tiempo. Aire y luz ahormando la nada, ir
como Mejías toreando el aire de un toro muerto.

La estríper se aburre abrazada al vértigo, mientras
entierra los sueños entre las nubes de san Juan, va
sobre la alfombra en vuelo alto, sin Aladino ni dios.

La diferencia está en que no me conoces, me dice,
puedo ser fe, perro, almendra, herida en tu mano
cuando me amas; venero o barbecho, olas.

Le digo, qué será cuando salgan de tu boca
los enigmas más hermosos, milagros de pan y vino
redención de lo vulgar, prisma que rompa esta luz
blanca.

 

Negación

por Rafael Valdemar

Algunas veces pretendo leer en las miradas
esas páginas escritas con el dolor diseminado
a través de la rabia que se acumula en el puño
de un hombre acorralado, pero jamás lo consigo,
y sólo aprendo a observar como ávido el horizonte
se muestra hambriento de mañanas y negándome
esa ración de amor que ante la justicia reivindico.

Huyo de la amenazadora inquina y de la querencia
al combate aunque presienta que a mi corazón
las armas que le oprimen, también podrían ser
quien le rediman, por eso es un naufrago a la deriva
que busca en las orillas de la paz poder salvarse;
pero ni tan siquiera un brote de alegría encuentra
que pudiera favorecer a la eclosión de su utopía.

Por que tan sólo hallo quimeras que alivian mi destino,
no habrá refugio donde cobijar al esplendor del universo
para que a la intemperie de la noche nunca se debilite.
Tras el fracaso, todo se vuelve umbrío y es entonces
cuando la leyenda de un puñal de sombras me intimida
y sin protección alguna resiste mi desnudez y el miedo
desde su cetro toma posesión y va apagándome el futuro.

Aunque un monstruo bicéfalo me aceche con su furia
la herrumbre del cansancio carcoma hasta los huesos
se inmolen mis sueños a un dios que ya no ampara
los ángeles del terror hagan exhibición de su gangrena
y el porvenir cabalgue a lomos de algún canalla, siempre
guardaré un instante donde pintar un arco iris de esperanza[

 

Carta para Van Gogh acerca de los girasoles

por Just Gafar

Querido amigo. ¿Es amarilla la vida?
Amarilla es la muda enredadera enfrente de la casa. Sus uñas clavadas entre el muro y el cielo me conmueven.
Amarilla es la lluvia, las solitarias tumbas, y la polvareda de la muerte que se levantará dentro de no mucho tiempo, para cubrirnos los ojos, las manos.
Al ver el cuadro con los girasoles he pensado:
¿Quién pinta con ardiente intensidad flores que fallecen?
¿Y cómo puede un hombre retener en su mano eternamente, la más efímera belleza?
Imagino entonces el regreso de la mujer que amé. Entra aprisa, y riega con urgencia aquellos olvidados girasoles. O es ella misma la lluvia, su dorso de vasija se quiebra, intentando salvar lo ya insalvable.
Otras veces es solo el viento; este ebrio viento de agosto irrumpe el color; golpea el jarrón y desparrama el azul y el naranja con tanta fuerza. Hasta la espalda de la noche se salpica de luz.
Querido amigo. Ojalá pronto puedas visitarme.
Mi alma va tras ese girasol casi marchito, doblado sobre sí mismo, a punto de caer al invisible abismo del olvido.
He guardado en mi corazón poemas como cuervos; rostros de naturaleza muerta y guijarros que, al sentir de tu mano, habrán de volar como pájaros.
Anochece sin tregua. La tarde empieza a deshojarse como tú, por una blanquísima cornucopia de niebla. El ruidoso aleteo de los niños ha dejado de ahuyentar a las palomas; y todo vuelve a vestirse de silencio, todo, menos yo. Yo, que recojo a tientas estas sencillas palabras escritas a tu nombre.
Ya sabes, con dolor en los huesos, con entrañable ternura; como si me llamase Theo.

 

El lanzador de nubes

por Rosa Marzal

Ayer fue sábado casi toda la noche,
como todas las noches de martes que se nutren
de semilla de sábados;
como todos los inviernos en que el reloj pronuncia
horas de terciopelo
para acallar el frío,
vino a segar mis sombras
el lanzador de nubes.

Una vez más,
el gorrión de sus ojos
acabó picoteando
mi voluntad de espuma.
Y el grillo de una vieja promesa
se enredó entre mi lengua
y me colé en sus huesos
y se enterró en mi carne…

A veces
no me encuentra:
mi voluntad se esfuma
en el agujero negro de algún lunes
marchito,
o se hunde
en los cajones
grises de la memoria,
o en el quicio severo
de opacas despedidas.

Él me busca en los besos
a tientas
y yo,
como todas las noches
en que se plantan sábados,
como todos los martes
destinados
a exorcizar demonios
a golpe de caricia,
le doy un puntapié
a la melancolía
y hablo una lengua roja
con mis labios en llamas.

Hoy es domingo. Llueve.
Hoy mis pájaros tristes
picotean sin piedad
el silencio.
Pero sé que él me espera
a la esquina
de un verso rojialado,
en la próxima playa de un martes
con sabor a canela

 

Mundo de niño, la marisma

por Pablo Ibáñez

Era mundo de niño para ti, una marisma
entera para ti, brillante y húmeda, sin vedas,
abundante de aire naval y de salitre,
gobernada por la seriedad de las mareas.

Era mundo de sobra para ti. La extensa playa
atesoraba cristales arromados, como pétalos al tacto,
conchas como párpados de mármol, atesoraba
la tarde infinita de verano, cuando abriste
—dentro, enorme para ti, acantilado y ola—
lo que no podrás cerrar mientras respires.

Un día duro y joven te mudaste.
Oscuro y desairado, pretendías otros mundos:
ciudades como abismos, repúblicas azules,
insurrecciones amadas, un vivero de sueños relamidos
en el secarral de las ideologías, pretendiste
mujeres que ondularan dócilmente tu bandera.

La marisma fluyó, como animal, todo aquel tiempo,
ajena a tu mirada bella en odio; las mareas
subieron y bajaron laboriosas, puntuales,
mientras tú profesabas lejos las mentiras —bellas en el odio—,
regido por otras gravedades menos cósmicas,
estéril en la prisa.

Y ahora no hay marisma para viejo.
Regresas —es muy tarde— al sendero de juncos soleados por la brisa
y el agua es menos limpia y más pequeña.

 

Hombre Viejo

por Óscar Distéfano

Qué inmensa soledad la del bebé sin sonajero
Qué infancia fulminante la del niño feliz

Desparpajo
Hechizo
Juventud

Dentro de un hombre viejo cabe todo
desamparo obediencia un gato
el aroma de un vino clandestino
un hambriento con hambre de churrasco
una verdad nocturna y luminosa
miedo insomnio pupilas dilatadas
el alzhéimer la gota la diabetes
lenta fatalidad cruz palo sangre cáliz
lentos peces al último desove
la infancia iluminada en la memoria
un traje ajado un peine una corbata
la sinrazón de los domingos

Dentro de un hombre viejo cabe todo
cicatrices de la torpeza
el goteo que va colmando el vaso
el amor-odio hacia la cama
caricias a las bestias del espíritu
menosprecio a la luna a las estrellas
aprendizaje de la muerte dormitando
un reloj de pulsera con la hora exacta
cualquier itinerario a cualquier parte
un monje que cuida su salvación eterna
un fármaco rigor establecido

Dentro de un hombre viejo cabe todo
hasta el cuerpo desnudo de una mujer hermosa.

 

Convocatoria

por Armilo Brotón

para Ana, buena degustadora de momentos intensos

Treinta en los cojones
me das,
treinta sapos, una apuesta madura y los desiertos.
Tú eres los pezones, la madera que se hace mueble en la dicha, todo
un delirio que amerita ron y tabaco.
Me pregunto: ¿lucha, qué lucha cuando salimos de cuentas
y es bello cada hijo que pasamos juntos? Si vienes salivando a la caída,
tan sirena que el olor a tahona
se arremolina en tu ombligo. ¿Por qué me adueñas
si no hay más canje que el que traza tus pechos convictos?

Dame,
con la seguridad de acabar otro día removiendo al vino; a los techos
de aquellas cosas que nos hicieron estrictamente humanos. Asisto
al festín que llaman tu pasión segura, en las ventanas de la incertidumbre río
feliz. Y así,
como el ciervo herido de luz, berreo a tu huella
sin estridencia, comiéndome a zarpazos una tierra lujuriosa
que siempre me invita a renacer
limpio.

Treinta besos en la memoria
te doy,
a cambio de que cada noche, por una puesta de sol y una sonrisa a traición,
hagasme
sentir
proscrito en tu convocatoria.

 

A la mujer que no me deja pronunciar su nombre

por Marius Gabureanu

Un día más frío va a llegar
y caminando por la nieve
me acostumbraré a olvidar tus besos.
Hay cormoranes helados en el alma.
El alma de todas las cosas está siempre nevando.
Cuando escribo, como ahora, el poema más innecesario de mi vida
y entre hoja y hoja de papel, el tiempo se desgasta
y ese candado de adioses hace que mi verdad se oxide dentro.
De sal están hechas las memorias,
de sal y de soles que mendigan mi muerte
como un himno de casas abandonadas.
Yo a veces comprendo la primera flor de la primavera
como a una tortura.
Qué sentido hay en ese goteo de almas de cuervo
de los amaneceres sin ti.
Quisiera recordar el nombre del hotel
donde se me ocurrió
que había un horóscopo de lunas de tus senos
y por la minúscula ventana del cuarto
el universo parecía menos cruel.
A veces alquilo ese cuarto
y dentro lloro mis cosas,
mujer, que no me dejas pronunciar tu nombre.

 

De jóvenes

por Luis M.

De jóvenes consumíamos pirotecnias
en todo tipo de formatos
a modo de insurgentes rompehielos,
como cachorros su golosina.

Despegábamos con nuestras pequeñas naves
sin ABS ni airbag. Amábamos a pelo y contraluz
/tan insultantemente bellos/ sobre sus asientos reclinables
o en los baños de nuestros antros favoritos.
Y en la intimidad nos deshacíamos en versos
propios de extraviados mosqueteros melómanos.

Los lunes volvíamos a ser jóvenes responsables
con hiperpotenciales proyecciones de futuro.
Verde mies del progreso y el bienestar primermundista.
Supervivientes de guerras atiborradas de palomitas
y cocacola al intermedio. Gladiadores de acera
y madrugadas deslumbrantes. Lobeznos
enganchados a planetas eléctricos y en fila.

Claro que entonces no sabíamos aún llorar de verdad.
No comprendíamos la diabólica matemática
de los intereses/riesgos medio/ largoplacistas.
La cabrona mecánica del boomerang,
ni el asco que nos envolvería mañana por haber caído
en la cruel moraleja de nuestra particular fábula de Esopo.

Éramos tan tiernos como audaces. Hijos de la Movida
y la fotogénesis del escombro. Caraduras diplomados.
Estirpe de suicidas con miedo a la oscuridad.

Instauramos la felación ad líbitum
y los telepizza como señas patrióticas.
Los marcianitos inteligentes y los túneles de colores.
Nosotros, los jóvenes de antes,
los adultos sin terminar de ahora.
Los que escupimos al cielo
y reivindicamos el arco iris.
Los que grafiteamos la luna
y al volver nos creímos poetas.

 

Entresijos

por E.R. Aristy

El poeta es un buitre del vacío,
devora el cadáver de la palabra,
entonces quedas tú,
quieta como una sombra
pulsante de jeroglíficos,
como una curva lunar,
acuñas la escena,
entresijos,
nos sublimas
en lotes estróficos,
raquíticos,
queriendo volver a ser palabras
que signifiquen algo
del vacío que nos vio exhalar
y en el que tú exclamas
la gloria de ser poesía.

 

Memorias

por Rafel Calle

En un recodo del ansia
donde el azar se refugia,
ignorado de ilusiones,
probablemente gamuza
para limpiar la memoria
que en el futuro se ensucia,
no hace mucho que penaba
en una densa burbuja,
un pasado de disfraces
de poca o mucha lujuria.

De un tejido bipolar
entre costuras y empeño
de seductor que convive
con la hipocresía en celo,
empezó de sastrecillo
de faldas y grandes vuelos,
entretenido en zurcir
solterías sin remedio.

Era en plena dictadura
de militares y hormona
que moviliza los dedos
para sosegar impulsos,
o llega como un enjambre
que busca pinchar farolas.

En no pocos edificios,
donde habitar es destreza
de las mentes confinadas
en una jaula de amebas,
era su hacer cotidiano,
y emociones, mas inciertas
porque al destino y al campo
quería ponerle puertas.

Por las razones de un fuego
que sobrevive en la vela
que consumen sociedades
y políticos e iglesias,
sus artes fueron dispendios,
locuras y muchas vueltas
en asexuados prostíbulos
y lunas de largas menguas.

Después de un ir y venir
de muslos —más bien apaños—,
por no parecer feliz
vinieron los malos tragos.

Nunca fueron duraderas
las emociones sin causa
verídicamente hermosa,
más bien fueron una casa
de construcción poco sólida,
donde la cama es derrumbe
y, lo demás, mariposas
que polinizan el miedo
al porvenir de las rosas.

Ahora ya muerto en el acto
de una virtud pasajera,
como el agua en un torrente
que saca lustre a las piedras,
el pulso late despacio,
la memoria se acelera,
todo en él parece yermo,
desolado en la ribera,
viendo fluir la corriente,
ya no le crece la hierba.

 

No me llaméis Cassius

por Ramón Carballal

Cassius Clay is the name of a slave.
I didn’t choose it. I didn’t want to.”
Muhammad Alí.

El vuelo es un don que aprendí sin querer. De niño,
los élitros sobre los campos de algodón, la música
del metal, simple y nerviosa tras el óbito. Bailar
cernido por el aire y la sombra, en una urdimbre
de músculos y venas -porque abrazar el tiempo
es abrazar la luz-. Entonces supe del rayo y la espada,
del color indómito de la sangre en el escarnio del pómulo,
en la herida insomne de la esclavitud. Todo comulga
con el ardor como si hogueras invisibles iluminaran
la raíz rebelde de un latido negro, como si el ascua
alzara hacia un corazón letal nubes de euforia, altivez y pálpito
en un cuadrángulo de cuerdas y lonas rojas. Soy el tizón
de un ángel que descubre y maldice los cuerpos que callan,
la inocencia servil de un pájaro que sin su fe se desvirga.
Mi orgullo escribe frases de horror en los nudillos; ruge
al fin la venganza secular y yo dialogo y lacero para no morir
de la muerte de los otros, para ser aurora de eternidad,
un símbolo que hoy golpea con su mazo de dioses
el suburbio ancestral de la injusticia.