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Autora: Hallie Hernández Alfaro

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No soy bienvenida. No tengo aval mínimo; no saben si existo. La impersonalidad del traste mitotecnológico me escupe fuera de sus redes; o soy yo la que me aparto de sus tentáculos de pulpo amañado. Puede ser, sí. Vosotros me habéis sentido en la palabra, en los puntos y comas del azaroso destino, en la resina del cuento, en las madrigueras de un poema ahogado en binariedad. Aquellos, no me toleran, no me pueden perdonar el desarraigo, la vida que les niego, la distancia consciente.

Insisto en proteger mi reino, mis abejas poco mansas, mis estelas de pasado, la infancia, la escuela, los séquitos de la adolescencia, el primer beso, el barrio rendido ante la medianoche, los lunares de Atila, la cordillera de los dulces sueños. Eso es mío, sólo mío, Y no lo entrego, aunque me señalen con cautela y me hagan sospechosa de omisión, víctima del antiguo quejido de Sidartha.

No pasaré ni una noche en la tiranía de su manoseo, en el escrutinio de mis células, en la desambiguación de mis afectos.

 

La soledad es un tercio del castigo; no estarás porque no perteneces a la divina imaginación del libro con rostros.

 

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