“En un lugar cualquiera, un día que no nombro”. A 72 años de la muerte de García Lorca

“La  luna vino a la fragua
con su polisón de nardos”

Galiana, Aurelio Torres (Presidente de la Diputación de Granada), Juan García Montero
Galiana, Aurelio Torres (Presidente de la
Diputación de Granada), Juan García Montero

Algunas veces los versos se convierten en extrañas premoniciones, es lo que pensé cuando la pasada noche del 17 de agosto en Alfacar depositábamos nardos en el monolito que señala el lugar donde se apagó definitivamente la voz de uno de los más grandes poetas de la historia. Una fosa común que permanece inmóvil en un marco verde de naturaleza y memoria viva, tras ese soplo de 72 años, que no han conseguido borrar la huella incandescente del dolor y la barbarie, ni el recuerdo de tantos otros que dejaron allí sus vidas.

Es curioso como la luna quiso iluminar la velada con una claridad asombrosa, esa misma luna que el la particular simbología de Lorca representaba la cara iluminada de la muerte, ahora se convertía en  una anfitriona de lujo en el contexto de poesía y de recuerdo que la música del maestro malagueño José Luis Zafra supo abrigar con acierto y emoción. El Romancero gitano, obra destacada este año por el Patronato Cultural Federico García Lorca, coincidiendo con el 80 aniversario de su publicación, discurrió en las notas de un piano, en ocasiones dolorido y en ocasiones jocoso, tal como fuera la esencia del Poeta, haciendo que la suavidad de la música acallara, de esa hermosa manera, el recuerdo desgarrador de las balas.

En la voz de la alcaldesa de Alfacar, Fátima Gómez,  fue posible escuchar el sentir de un pueblo consciente de albergar un hecho tan trágico como trascendente; “estamos en un sitio que nos pesa muchísimo”, o el emotivo discurso del presidente de la Diputación de Granada, Aurelio Torres, que recordó: “rememorar a Lorca es rememorar uno de los momentos más trágicos y simbólicos de nuestra Guerra Civil y a un ser excepcional que trascendió su tiempo”. Palabras tras las cuales el actor Manuel Galiana leyó una trilogía de poemas inéditos dedicados a Lorca, del poeta vasco Gabriel Celaya, poemas descubiertos por casualidad por el gran estudioso de la obra de Celaya, Antonio Chicharro, que han sido publicados recientemente por la Diputación de Granada,  y que incluyen el artículo, del mismo Celaya “ García Lorca en San Sebastián”, donde el poeta habla de la calidad humana de su amigo y además realiza observaciones muy concretas y personales de su obra. Celaya, que tardó dos años en poder sacar de su interior el dolor tan profundo que debe suponer perder al amigo, perder un ser tan especial que era capaz de convertir en poesía todos sus actos, todo su discurrir en el mundo e impregnar a  cuantos le rodeaban, dejó constancia desde su lugar, ya también de recuerdo, de que una pérdida así es capaz de convertirse en encuentro trascendental e importante incluso 72 años después y aunar en un mismo sentir la poesía y el grito de libertad intrínseco que representa discurrir en ella.

Manuel Galiana, recitando los poemas de Celaya
Manuel Galiana, recitando los poemas de Celaya

“En un lugar cualquiera, un día que no nombro”, es el nombre elegido por el Patronato Cultural para esta publicación que representa un testimonio más de la rabia y el desgarro que supone pasear por las aristas punzantes de la guerra y sus irreparables pérdidas.

Me gustaría destacar de manera especial las palabras del presidente del Patronato Cultural FGL, Alfonso Alcalá; “queremos rememorar este aniversario desde el ámbito festivo y el de la más respetuosa tristeza ya que Lorca continúa siendo una proyección vital”, palabras que definen de una forma sencilla que una obra como la de Lorca debe ser entendida más allá de lo que representa estrictamente en el papel y que el mismo hecho de su muerte representa un proyecto de vida en la libertad, en la poesía y en el destierro de los actos del hombre contra el hombre.

En una velada tan entrañable, tan repleta de emociones, se echó en falta la palabra de algún poeta, sin restar importancia a las valiosas aportaciones por parte de las autoridades asistentes, que de forma visiblemente emocionada supieron dar un aire conmovedor y necesario a la conciencia colectiva y la memoria histórica, no hubiese sido desafortunado contar en el escenario con algún autor que diera una nota literaria distintiva y reivindicatoria del oficio que Lorca elevó por encima de todas las geografías, todos los tiempos e incluso de todas las muertes.

Nos llevamos de ese lugar el profundo sentir y el respeto a un hombre que puso en nuestros ojos un universo poético distinto y trascendente, una voz que no se apagará nunca y que seguirá siendo faro para muchos otros.

ELEGÍA DEL MUERTO JUVENIL

lorca_03Has muerto. Y todavía te envolvías
en un aire tembloroso de promesa y sonrisa.
Has muerto. Y todavía tu risa
era un torrente de vida no vivida.
¡Oh corazón, que ligero flotaba
como un niño adormecido
sobre el agua cambiante del momento!
¡Oh corazón, nunca hastiado,
no cargado de dolores y experiencia,
no maduro ya de muerte preparado!
¡Oh corazón, cada día nuevo
como la maravilla de la vida rubia que,
imprevista nace con un rumor de frondas
y carreras y persigue y burla,
escapa y vuelve, y ríe, y tiembla!
Has muerto. Y todavía brillaba en tus ojos
la sorpresa de vivir, de tener un nombre,
un cuerpo, un tiempo, un amor no agotado
para esta variedad de días claros.
Has muerto. Has muerto compañero
y hoy todavía te veo aturdido,
preguntando inocente si es cierto.

Gabriel Celaya. Zaragoza, 1938.

MEMORIA DE FEDERICO

I

Que no murió. Le mataron
Contra la cal de una tapia luminosa
me lo dejaron clavado.
-“Por vuestros padres- decía-.
Y lo dejaron clavado
diez pólvoras asombradas
y una bruta voz de mando.
¡Decidme cómo, decidme,
puede ocurrir tal espanto!
¡Ay, hombres sin nombre y madre!
¡Ay, sal seca y hueso amargo!
Diez bocas estupefactas
y un hombre que estaba al mando.
Nada más ni nada menos.
Sólo un vacío sin llanto.
Y esta rabia que me grita
que no murió; le mataron.

II

¡Ay, Federico García,
quién lo podía decir!
¡Ay, Federico García,
muera la guardia civil!
Lo que en otros no envidiaban
ya lo envidiaban en ti.
Un sepulcro con tu nombre
y una unidad de raíz.
La sangre que se me agolpa
quiere ahora hablar por ti.
Toda la pena de España,
todo este pus de raíz,
y más allá de mi mismo,
el pueblo llora por ti.
¡Ay, Federico García,
muera la guardia civil!
Gabriel Celaya. 1949

 

RECUERDO A FEDERICO

Recuerdo a Federico,
su corazón que flota como ese niño ahogado
en las aguas desiertas por una tarde lenta,
su corazón sin aire
para el vuelo que, loco, su amor le prometía.
Recuerdo a Federico,
sus mentiras que siempre prefería a las verdades,
sus exageraciones fieramente evidentes,
sus fábulas, su risa
que ponía las cosas en su punto exacto.
Recuerdo a Federico,
su abundancia, su amor que derramaba
generoso, en mil cosas, palabras, animales, niños,
amigos cualesquiera,
relámpagos parados de su pesada noche.
Recuerdo a Federico,
recuerdo que en él pesan ya diez años de tierra,
recuerdo que ha quedado con un boquete seco,
nadie sabe por qué, y eso es lo más terrible,
en un lugar cualquiera, un día que no nombro.

Gabriel Celaya. San Sebastián. 3 de julio de 1947

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Sara Castelar Lorca